Lo que tenemos que preguntarnos es que fruto saldrá de nuestra acción. Fruto bueno, dulce, bonito, agradable...o malo, amargo, agrio, feo, sin sabor...No actuemos a la ligera, por emociones y sin meditar las cosas. Procuremos actuar con sabiduría, cautela y conforme a los própositos de Dios; así estaremos confiados que daremos buenos frutos.
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